Bajo los escombros de la escuela derrumbada en Ciudad de México no
había más que silencio, pero los rescatistas no perdían la esperanza de
percibir un sonido o movimiento que les permitiera identificar a algún
sobreviviente.
Desde las primeras horas del jueves,
grupos de autoridades, voluntarios y periodistas seguían pendientes de
las labores en la escuela Enrique Rébsamen, al sur de la capital, a dos
días del sismo de 7,1 grados que remeció el centro de México y dejó al
menos 245 muertos y más de 2.000 heridos.
El avistamiento de los dedos de una
niña moviéndose a primera hora del miércoles se volvió un símbolo de
esperanza que llevó a miles a trabajar frenéticamente en decenas de
inmuebles colapsados en la capital. Ni la lluvia ni la noche
interrumpieron las tareas de rescate.
Sin embargo, la incertidumbre y falta
de información preocupaba a la prensa local y familiares de los niños
que asistían al colegio.