La comunicación mediática occidental sobre el XIX Congreso del Partido Comunista Chino ha sido desoladora. La atención se ha centrado casi exclusivamente en las “marionetas del espectáculo”, en un solo hombre y en las especulaciones acerca de la hipotética magnitud de su poder. Sin embargo, este congreso no trataba sobre la persona de Xi Jinping, sino sobre los cambios y los retos fundamentales del país más grande del mundo. Pero aparte de algunos clichés trillados no hemos sabido nada al respecto.
Lo fundamental del congreso era que China se encuentra en una nueva era de desarrollo. La expresión “nueva era” figuraba 36 veces en el discurso del presidente Xi. La era antigua se caracterizó por el desarrollo rápido de la economía y la tecnología, en paralelo a la desigualdad social y a los problemas medioambientales. La nueva era trabaja por un crecimiento duradero y equilibrado, una mejor calidad de vida para la población, más participación y un papel más preponderante en el escenario mundial (1).
Ofrecemos a continuación algunas informaciones contextuales sobre varios dominios en la sociedad china en plena mutación, en pleno “desarrollo”, con la esperanza de poder fundamentar más sólidamente los conocimientos y/o las críticas.
1. La economía
Unas cifras que producen vértigo
Estos últimos 35 años de crecimiento han sido simple y llanamente impresionantes. El PNB por habitante se ha multiplicado por 17; sí, ha leído bien: por 17. En comparación, el de India se ha cuadruplicado en el mismo periodo (2). Entre 2003 y 2013 la economía de los países industrializados ha conocido un crecimiento del 16 %, en China ha sido del 165 % y en India del 102 % (3). Además, ya no se trataba de “más de lo mismo” porque la productividad también ha dado un salto hacia adelante. Hoy un obrero chino medio produce cinco veces más que hace veinte años (4).
Unos datos para hacer más concreto este proceso de modernización: cada dos años China produce tanto cemento como ha producido Estados Unidos durante todo el siglo XX (5). China produce hoy tanto acero como el resto del mundo (6). En 15 años China ha instalado 20.000 kilómetros de líneas ferroviarias para trenes de alta velocidad, es decir, más que el resto del mundo. De aquí a 2025 todavía prevé 15.000 kilómetros más (7). Dos terceras partes de todos los aeropuertos del mundo están actualmente en China. De aquí a 2020 habrá 240 aeropuertos (8).
Gran Bretaña, donde empezó la revolución industrial, necesitó 150 años para duplicar los ingresos por habitante. Estados Unidos necesitó 30 años. En China ocurre entre 7 y 10 años y, además, a una escala mucho mayor (9). El PNB chino es hoy más alto que el de toda la economía de 154 países (10).
Cuando llegó hace cinco años el presidente Xi Jinping ya indicaba que era necesario transformar el modelo de crecimiento. El viejo modelo se basaba en la exportación y en inversiones en la industria pesada, la construcción y la industria manufacturera. En el nuevo modelo el motor es el consumo de masas (el mercado interno), el aumento del sector de los servicios y el progreso tecnológico (11).
Esta conversión va bien encaminada. En 2005 el sector servicios representaba un 41 % del PNB; en 2016 representó un 52 %. Las exportaciones representaban en 2005 un 37 %; en 2016 habían bajado a un 20%. Por otra parte, China ya no es un país de tránsito en el que se juntan las mercancías con poco beneficio para el país. China añade hoy un 76 % de valor a sus productos de exportación. En la UE esta cifra es de un 87% (12). China está actualmente en la cima de la innovación: un 40 % de todas las patentes del mundo son chinas, esto es, más que las de estos tres países juntos: Estados Unidos, Japón y Corea del Sur (13).
Características chinas En el pasado Deng describía el paso progresivo de la economía planificada a la economía de mercado por medio de la siguiente metáfora: “Cruzamos el río apoyándonos en piedras, a ciegas”. Ahora no se trata en absoluto de eso. La economía china es y sigue siendo un sistema híbrido en el que el Estado ejerce un fuerte control y autoriza el mercado dentro de ciertos límites. Es lo que se denomina el mercado “con características chinas”.
En este contexto el presidente chino ha repetido más o menos lo que decía hace ya cinco años: los mercados deben desempeñar un “papel decisivo” en la concesión de los recursos pero, al mismo tiempo, las autoridades deben desempeñar “un papel más importante” en la economía (14). En la práctica el primer punto apenas se ha abordado. En los últimos cinco años hemos asistido a una mayor influencia de las autoridades en la economía y ello en cuatro terrenos (15):
- Mercados financieros:
el objetivo del “papel decisivo” eran sobre todo los mercados
financieros. Sin duda esta fórmula servía también para no asustar a los
inversores extranjeros. En todo caso, después del minicrac de la Bolsa
china en 2015 y la estampida respecto al yuan se revisaron toda una
serie de desregulaciones. Desde 2016 hay más restricciones de las
inversiones extranjeras de las empresas chinas, tanto del Estado como
privadas (16).
- Extensión del plan: hasta
2010 la planificación económica se limitaba a nueve industrias clave,
como el acero, la petroquímica y la construcción naval. En 2010 se
añadieron siete sectores, como las energías alternativas y las
biotecnologías. En 2015 se produce una nueva extensión con diez
sectores, como la aeronáutica, los equipamientos agrícolas y los nuevos
materiales (17).
- Consolidación de las empresas estatales.
En noviembre de 2015 se decidió que los esfuerzos de reforma se
centrarían principalmente en “reforzar, optimizar y extender las
empresas estatales”. Al mismo tiempo se rechaza la privatización. Con
la fusión de grandes empresas estatales en entidades aún mayores los
poderes públicos refuerzan su influencia en la economía. Se anima a las
empresas privadas a adquirir solo pequeñas partes minoritarias en las
empresas estatales. Entre 2006 y 2013 los activos de las empresas
estatales pasan del 130 % del PNB al 176 % (18).
- Un papel más importante del Partido.
Grand es empresas estatales que cotizan en Bolsa han modificado sus
estatutos para anclar en la empresa al Partido Comunista en vez de al
Estado chino. Se prevé que más empresas van a hacer lo mismo. El
Partido también quiere más miembros del Partido en el nivel más alto de
gestión de la empresa. Por supuesto, los cuadros superiores se ganan
bien la vida pero en comparación con sus colegas extranjeros están mal
pagados. Así el director de PetroChina gana 200 veces menos que el
director general de Chevron (19).
Se han autorizado varias formas diferentes de propiedad en la economía china. En sectores en los que no era necesaria la propiedad estatal, como la producción de artículos de consumo, el pequeño comercio y los pequeños servicios, se ha autorizado e incluso fomentado la propiedad privada. Además, las relaciones de propiedad no siempre dicen todo del control de los poderes públicos sobre la economía. La autoridad central dirige sectores enteros a través de la atribución o no del acceso a los mercados públicos o a los créditos baratos, las ventajas fiscales, el acceso a los fondos de inversión públicos, instituciones financieras y subvenciones, etc., sin tener el control directo sobre las empresas por separado. El capital privado es bienvenido mientras esté al servicio de los objetivos de la autoridad. Inversamente, el Estado también puede tomar distancia respecto a la gestión de sus empresas sin renunciar a poseerlas porque son muy claros los límites en los que hay que trabajar (21).
Wu Jinglian, profesor en China Europe International Business School de Pekín, lo resume de la siguiente manera: “La presencia del Estado sigue siendo grande, controla las corrientes financieras y funciona como guardián de casi todas las decisiones importantes, desde las transacciones inmobiliarias hasta las fusiones. El control no se hace solo a la más alta escala. Las autoridades locales también participan en el funcionamiento de una empresa”. El capital internacional no puede librarse de ello. Según el Financial Times: “De este modo China acoge el capital internacional según sus propias condiciones y neutraliza su poder” (22).
2. El ámbito social
Salarios y poder adquisitivo
Prácticamente en todo el mundo los salarios permanecen constantes e incluso disminuyen. Incluso en Inda, cuyo crecimiento supera el de China, los salarios han permanecido constantes. No es el caso de China donde en los diez últimos años los salarios medios se han triplicado. Con un aumento del 10,5 %, están muy por encima del crecimiento económico. Los indios ganan actualmente una quinta parte de lo que ganan sus vecinos chinos. En los últimos cuarenta años el consumo de los hogares ha aumentado un 7,7 % anual, inflación incluida (23).
Hace quince años las multinacionales occidentales acudieron masivamente a China debido a sus bajos salarios. Actualmente está empezando el movimiento inverso. Los salarios medios en la industria china ya son solo un 20 % más bajos que los de Portugal. Desde 2013 en Bulgaria, Macedonia, Rumanía, Moldavia y Ucrania los salarios mínimos eran ya más bajos que en China (23).